martes, 16 de abril de 2013


HOMO HOMINI LUPUS EST

¿Cómo definir al ser humano? ¿Qué ciencia podrá finalmente elaborar un perfil definitivo sobre el hombre? ¿Sera la filosofía o tal vez la psicología, la antropología quizás?  Hercúlea tarea la que asumen las personas que han dirigido su reflexión en torno al ser humano. Sin embargo, tirios y troyanos, coinciden en que  la dificultad se centra en la pluralidad de los seres humanos.

Baltasar Gracián, sabio español decía, y con razón que “Visto un león, están vistos todos y visto una oveja, todas; pero visto un hombre, no está visto sino uno y aun ese no bien conocido”. Por lo tanto, podríamos decir que la barrera principal para el alcance de dicho objetivo es, sin lugar a duda: la heterogeneidad que nos envuelve como especie; heterogeneidad que, lejos de representar un problema potencial, constituye lo atractivo en el ser humano. Albergamos la posibilidad de aspirar a algo más. Él para sí Sartreano en  toda su plenitud. Empero, si bien representamos la posibilidad de algo más, la historia de la humanidad nos manifiesta también una realidad latente: la involución como especie.

Niko Timbergen, decía que el hombre es el asesino desorganizado. A diferencia de otras especies del reino animal, el ser humano constituye la única especie capaz de deteriorar su propio hábitat y, peor aún la pulsión tanática lo conduce al aniquilamiento de sus congéneres. Y, para esto empuñamos un arma letal: la tortura. No contentos con destruir al otro nos regocijamos en ello. Somos capaces de descender a lo más sórdido: al infierno, según Leopoldo Chiappo. De terrícolas a infernícolas.      

Comte – Sponville en su Diccionario Filosófico en relación a la tortura manifiesta: “Es imponer a alguien deliberadamente un sufrimiento extremo por pura crueldad. Y constituye una conducta específicamente humana”. Precious, traduce de manera precisa los problemas con los cuales tiene que convivir una sociedad: maltrato, violencia, pobreza, analfabetismo, etc. Dificultades que son tan viejas como el mundo mismo. Incapaces de ser resueltos, como si su dimensión fueran ajenas a las leyes físicas del tiempo, sin fecha de caducidad. ¿Puede un ser humano ser capaz de convivir con tamaños problemas sin sentirse conmovido? ¿Puede nuestra indiferencia resistir tanto? La vida misma, como arbitrariedad, como enigma incomprensible resulta muchas veces insoportable ante tamañas patologías sociales. El poeta nicaragüense Rubén Darío, en su poema lo fatal reflexionaba entorno a esta conciencia que tenemos de la sociedad, a este escape que muchas veces seria necesario.

“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo

Y más la piedra dura porque esta ya no siente

Pues, no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo

Ni mayor pesadumbre que la vía consciente…”

Quizás Darío tuvo razón, y este en lugar de ser un mundo apacible, en donde los seres humanos convivimos en sociedad es un valle de lágrimas como reza la frase cristiana; Valle de lágrimas en el que es necesario abrirse paso. Obviamente que, para algunos esta tarea no resulta tal. Sin embargo, para Precious ha sido la labor que ha tenido que desarrollar en sus cortos diecisiete años, para no dejarse vencer por un mundo que en todo momento se le ha mostrado hostil. Un entorno en el cual las carencias se han juntado con la falta de apoyo e incomprensión, dejándola con muy pocas herramientas para sacar adelante una vida marcada por el sufrimiento constante. Sin embargo, Vivere militare est.

A inicios de la década de los sesenta el cantante de rock norteamericano David Bowie había alcanzado lo más alto de las listas gracias a una de sus mejores obras “Space oddity”, cuyo single principal decía: “The earth is blue and there´s nothing I can do”, manifestando con ello que en vano resulta todos los esfuerzos que realice el hombre por cambiar tanto su realidad como a sí mismo. La vida es una extensa obra de teatro en la que cada uno ya tiene un libreto  asignado y lo único que queda es esperar el cierre del telón. La protagonista, haciendo caso omiso a la premisa de Bowie nunca dejo de amilanarse pese a todo el marasmo de adversidades con las que tuvo que enfrentarse. Con un estoicismo, digno de elogios a tratado de sonreírle a la vida. Esa vida que en todo momento se ha erguido como una bestia salvaje e indomable.

Por otro lado, el film deja entrever el inmenso cumulo de problemas sociales con los cuales tenemos que convivir a diario; Problemas que, a fuerza de cotidianidad se han vuelto naturales y, en consecuencia sin importancia para ningún ciudadano. Esta obra cinematográfica representa, a su vez, prueba palmaria de que un grupo amplio de la población está condenado a vivir en riesgo constante. Que la impunidad y el maltrato  reina soberana en un mundo en el cual la armonía debería ser la característica importante de los vínculos sociales. Y, peor aun que ese dolor es muchas veces producidos por el mismo hombre Homo homini  Lupus est.

Finalmente, la película constituye conditio sine qua non para todo aquel que busque reflexionar en torno a la sociedad y sus ciudadanos: sus carencias, patologías y posibilidades.

viernes, 22 de febrero de 2013


Trujillo: El rostro de una dictadura

Vargas Llosa menciona, y con razón, que la literatura no es otra cosa que la posibilidad que tenemos los mortales de vivir todas aquellas vidas a las cuales no podemos tener acceso. Esto, por una sencilla razón: Únicamente se nos otorga una. Sin embargo, la ficción nos brinda esa oportunidad. Nos convierte en el valiente o el cobarde; El tirano o el demócrata.

Dejando de lado el premio nobel de literatura y las numerosas condecoraciones que ha recibido  Vargas Llosa, tirios y troyanos concluyen en que se ha convertido en el escritor latinoamericano más influyente de los últimos tiempos y que  cada uno de sus libros son muestra de lo que Jean Paul Sartre denominaba como “Littérature engagée”. Pues, cada publicación es un intento por comprender el Perú y, en general, la sociedad de Latinoamericana. Confieso, no ser un vargasllosiano ortodoxo, pero últimamente mis intereses como lector han dirigido la mirada al autor de la ciudad y los perros, al que he vuelto a releer con voracidad. Y, creo yo, que terminare este año con algún libro de Vargas Llosa entre manos.

Esta vez, la pluma de este escritor nos lleva a experimentar el papel del tirano: Rafael Leónidas Trujillo, un anciano presidente que se ha mantenido en el poder por más de cuatro décadas y ha mantenido silenciada a la Republica dominicana, mediante el uso de la violencia, arma controlada de manera diabólica por Johnny Abbes García, jefe del servicio de inteligencia. Sin embargo, paralelo a los hechos que giran en torno a Trujillo, este libro nos presenta la imagen de Urania Cabral, mujer exitosa y de mucho prestigio que vuelve a su natal santo domingo a buscar respuesta a todas esas incógnitas que la han atormentado desde los 14 años y, finalmente a cerrar un capitulo tormentoso en su vida.

Por otro lado, nos muestra la imagen del descontento personificado en cuatro hombres, que han decido ponerle  punto final a la era Trujillo y con ella, a toda una época de violencia y abusos, aun a costa de su propia vida.

Un libro en el cual la realidad y la ficción se mezclan para darnos a conocer un fragmento de la historia latinoamericana; Una Latinoamérica, que se ha reinventado a si misma a partir de estos hechos nefastos y, que hoy más que nunca debe permanecer unidad y salir adelante.