HOMO HOMINI LUPUS EST
¿Cómo definir
al ser humano? ¿Qué ciencia podrá finalmente elaborar un perfil definitivo sobre
el hombre? ¿Sera la filosofía o tal vez la psicología, la antropología quizás? Hercúlea tarea la que asumen las personas que
han dirigido su reflexión en torno al ser humano. Sin embargo, tirios y
troyanos, coinciden en que la dificultad
se centra en la pluralidad de los seres humanos.
Baltasar
Gracián, sabio español decía, y con razón que “Visto un león, están vistos todos y visto una oveja, todas; pero visto
un hombre, no está visto sino uno y aun ese no bien conocido”. Por lo
tanto, podríamos decir que la barrera principal para el alcance de dicho
objetivo es, sin lugar a duda: la heterogeneidad que nos envuelve como especie;
heterogeneidad que, lejos de representar un problema potencial, constituye lo
atractivo en el ser humano. Albergamos la posibilidad de aspirar a algo más. Él
para sí Sartreano en toda su plenitud. Empero, si bien
representamos la posibilidad de algo más, la historia de la humanidad nos
manifiesta también una realidad latente: la involución como especie.
Niko Timbergen,
decía que el hombre es el asesino desorganizado. A diferencia de otras especies
del reino animal, el ser humano constituye la única especie capaz de deteriorar
su propio hábitat y, peor aún la pulsión tanática lo conduce al aniquilamiento
de sus congéneres. Y, para esto empuñamos un arma letal: la tortura. No
contentos con destruir al otro nos regocijamos en ello. Somos capaces de
descender a lo más sórdido: al infierno, según Leopoldo Chiappo. De terrícolas
a infernícolas.
Comte –
Sponville en su Diccionario Filosófico en relación a la tortura manifiesta: “Es imponer a alguien deliberadamente un
sufrimiento extremo por pura crueldad. Y constituye una conducta específicamente
humana”. Precious, traduce de manera precisa los problemas con los cuales
tiene que convivir una sociedad: maltrato, violencia, pobreza, analfabetismo,
etc. Dificultades que son tan viejas como el mundo mismo. Incapaces de ser
resueltos, como si su dimensión fueran ajenas a las leyes físicas del tiempo,
sin fecha de caducidad. ¿Puede un ser humano ser capaz de convivir con tamaños
problemas sin sentirse conmovido? ¿Puede nuestra indiferencia resistir tanto?
La vida misma, como arbitrariedad, como enigma incomprensible resulta muchas
veces insoportable ante tamañas patologías sociales. El poeta nicaragüense
Rubén Darío, en su poema lo fatal
reflexionaba entorno a esta conciencia que tenemos de la sociedad, a este
escape que muchas veces seria necesario.
“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
Y más la piedra dura porque esta ya no siente
Pues, no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
Ni mayor pesadumbre que la vía consciente…”
Quizás Darío
tuvo razón, y este en lugar de ser un mundo apacible, en donde los seres
humanos convivimos en sociedad es un valle de lágrimas como reza la frase
cristiana; Valle de lágrimas en el que es necesario abrirse paso. Obviamente
que, para algunos esta tarea no resulta tal. Sin embargo, para Precious ha sido
la labor que ha tenido que desarrollar en sus cortos diecisiete años, para no
dejarse vencer por un mundo que en todo momento se le ha mostrado hostil. Un
entorno en el cual las carencias se han juntado con la falta de apoyo e
incomprensión, dejándola con muy pocas herramientas para sacar adelante una
vida marcada por el sufrimiento constante. Sin embargo, Vivere militare est.
A inicios de
la década de los sesenta el cantante de rock norteamericano David Bowie había alcanzado
lo más alto de las listas gracias a una de sus mejores obras “Space oddity”, cuyo single principal
decía: “The earth is blue and there´s
nothing I can do”, manifestando
con ello que en vano resulta todos los esfuerzos que realice el hombre por
cambiar tanto su realidad como a sí mismo. La vida es una extensa obra de
teatro en la que cada uno ya tiene un libreto
asignado y lo único que queda es esperar el cierre del telón. La
protagonista, haciendo caso omiso a la premisa de Bowie nunca dejo de
amilanarse pese a todo el marasmo de adversidades con las que tuvo que
enfrentarse. Con un estoicismo, digno de elogios a tratado de sonreírle a la
vida. Esa vida que en todo momento se ha erguido como una bestia salvaje e
indomable.
Por otro
lado, el film deja entrever el inmenso cumulo de problemas sociales con los
cuales tenemos que convivir a diario; Problemas que, a fuerza de cotidianidad
se han vuelto naturales y, en consecuencia sin importancia para ningún
ciudadano. Esta obra cinematográfica representa, a su vez, prueba palmaria de
que un grupo amplio de la población está condenado a vivir en riesgo constante.
Que la impunidad y el maltrato reina
soberana en un mundo en el cual la armonía debería ser la característica
importante de los vínculos sociales. Y, peor aun que ese dolor es muchas veces
producidos por el mismo hombre Homo
homini Lupus est.
Finalmente,
la película constituye conditio sine qua
non para todo aquel que busque reflexionar en torno a la sociedad y sus
ciudadanos: sus carencias, patologías y posibilidades.